Un versículo:“Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás”.
Un comentario postal:En el primer domingo de Cuaresma se proclama el evangelio de las tentaciones, según san Marcos. Un relato que sitúa a Jesús en el desierto, una vez que ha recibido el bautismo de Juan y tras el que comenzará a proclamar el Reino de Dios, invitando a una conversión del corazón y a una acogida auténtica de la Buena Noticia de la salvación.
Detrás de las tentaciones siempre está el Tentador. Para crecer espiritualmente no podemos dejar de mirar el ejemplo del Señor que, a lo largo de su vida, sufrió ciertamente los ataques de Satanás, experimentando en su propia carne las invectivas del Príncipe de las tinieblas (como cualquiera de nosotros), pero que con la fortaleza y el empuje del Espíritu Santo, junto con la presencia reconfortante del Padre, hicieron posible, que Jesús venciera las tentaciones y se mantuviera firme y fiel a la misión recibida hasta el final.
A lo largo de nuestra vida, si queremos crecer, si deseamos sopesar la fortaleza y el alcance de nuestras virtudes, valores y convicciones humanas y cristianas, entonces hemos de confrontarnos con la tentación, que no hay que buscarla, ya que viene solita a nuestra vida y no es necesario escarbar mucho para encontrarla. Y esto en sí mismo no es malo, por eso, en la oración del padrenuestro no le pedimos al Padre que nos aparte de las tentaciones, sino que no nos deje caer en la misma. No pensemos que la tentación va a desaparecer por arte de magia. Jesús la venció porque la padeció. Así de claro.
Entremos en este desierto cuaresmal, tiempo de renovación, confiados en el Espíritu Santo que nos guía y alienta, y sabiendo que Jesús superó las tentaciones y anunció con más fuerza y vigor el Reino de Dios. Repitamos, como nos exhorta el Papa Francisco en su Mensaje cuaresmal, esta breve y profunda oración a Cristo:“Haz nuestro corazón semejante el tuyo”.
Un símbolo:Una imagen de Jesús tentado en el desierto.
Una pregunta:¿Qué tentación en tu vida necesita actualmente un mayor propósito de enmienda?
Un versículo:“Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos”.
Un comentario postal:Con el miércoles de ceniza se da el pistoletazo de salida al tiempo litúrgico de cuaresma, ofreciéndonos en la lectura del evangelio de san Mateo que se proclama siempre en este día, unas buenas pistas para dar respuesta a la manera como hemos de vivir este tiempo cuaresmal: la oración, el ayuno y la limosna
La oración colecta de la Misa de este día también nos ofrece, de un modo muy conciso, la actitud que hemos de tener en estos cuarenta días de gracia y de salvación: “Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma, para que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal”.
Y, por supuesto, lo más significativo de este primer día es la bendición e imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas, unido a estas palabras: “Convertíos y creed el Evangelio”, o bien “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”. Un signo muy antiguo, que no anticuado, que nos recuerda que el hombre está hecho de polvo de la tierra y es caduco. Esto nos hace ser humildes, reconocer nuestra condición de pecadores y pedir al Señor la gracia de una conversión de la mente y del corazón.
Os invito a leer con profundidad y orar con detenimiento el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de este año, que ha querido titular: “Fortaleced vuestros corazones”. Una reflexión muy hermosa, actual y sugerente que, sin duda, nos ayudará a nivel personal y comunitario, a descubrir la necesidad de conseguir “un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en la globalización de la indiferencia”.
Un símbolo:La ceniza
Una pregunta:¿Estoy dispuesto a iniciar el camino de conversión cuaresmal?
Un versículo:“Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó”.
Un comentario postal: ¡Cuántas veces hemos escuchado que el mejor ejemplo a seguir en nuestra vida es el de Cristo! Y es verdad. Aunque tengamos valiosos referentes en nuestra vida y a nuestro alrededor, ninguno como el de Cristo, por eso, hemos de confrontarnos cada día con Él, que es el rostro tierno, compasivo y misericordioso de Dios Padre.
Así lo manifiesta una vez más en este encuentro que mantiene con un leproso que le suplicaba de rodillas que le curase. Su vida no era un carnaval, sino una tragedia. Si en aquellos tiempos los leprosos eran unos excluidos y marginados de la sociedad, en todos los sentidos, Jesús nos enseña con su manera de actuar, libre y valiente, que cuando una ley, norma o tradición va en contra de la misericordia de Dios, es prioritario imitar su corazón y su voluntad, que siempre busca el bien y la salvación de la persona, sacándola de su postración, reinsertándola en la vida y recuperándola para la sociedad y el Reino de Dios.
Con qué exactitud y concreción nos expresa el evangelista san Marcos este milagro: sentimiento (sintiendo lástima), gesto (extendió la mano y lo tocó) y palabra (quiero: queda limpio). Si somos discípulos de Jesús, si tenemos entrañas de misericordia, si nos preocupa la injusticia y la discriminación, el hambre y la guerra, si nos apuntamos a luchar contra la pobreza (como nos decía el lema de Manos Unidas), entonces el camino pasa por ser compasivos, escuchar, atender y tocar al leproso “con nuestras manos”, y decir una palabra que cure, sane y libere de la marginación.
Ante los nuevos leprosos y las nuevas lepras del siglo XXI, tantas y tan variadas, sabemos que hemos de proceder como Jesús lo hace a lo largo del evangelio. El Papa Francisco propone una “globalización de la solidaridad” como respuesta a la “globalización del descarte” que nuestra sociedad materialista lleva a cabo con los que para ellos sobran (ancianos, pobres, grupos no productivos, etc.). Acojamos su propuesta, que mira por dónde, es la de Cristo.
Un símbolo:Dos manos elevadas al cielo.
Una pregunta:¿Te sientes identificado, en algún aspecto, con el leproso?
Un versículo: “Curó a muchos enfermos de diversos males”.
Un comentario postal:Jesús sale de la sinagoga de Cafarnaún, con sus primeros discípulos, para continuar su misión evangelizadora curando a los enfermos, expulsando a los demonios y dedicando un tiempo a la oración, en el silencio de la madrugada. Si Jesús enseña, libera, cura y ora, nosotros hemos de hacer esa misma misión del Maestro, en medio de las realidades concretas en las que estamos inmersos. Contemplando esta escena, nos damos cuenta de por dónde ha de ir nuestra vida cristiana, que de un modo ordinario, ha de ser un reflejo verdadero y continuo del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
¡Qué bien compagina Jesús en su vida el anuncio del Reino de Dios, el compromiso con los enfermos, los últimos y los que sufren, y la oración y el encuentro íntimo con el Padre! ¡Qué bien aprovecha Jesús su jornada evangelizadora, sin quejarse ni lamentarse, sin protestar ni reclamar!
Llama la atención, además, cómo Jesús nunca rechaza ni desprecia al que se acerca a Él en busca de salud y salvación. El Papa Francisco nos ha dicho que la Iglesia, nuestra Iglesia, debe ser en medio del mundo como un Hospital de campaña, que recoja, cuide, alivie y sane a todos los heridos en el campo de batalla de la vida. Ciertamente, un breve paseo por las cáritas parroquiales o por las casas donde viven los enfermos nos abriría mucho los ojos y nos tocaría el corazón. Son muchos los que todavía han de curarse de esas enfermedades que padecen (físicas, sociales, espirituales, etc.), o quizás tú y yo, sin darnos cuenta, estamos aquejados de unas dolencias y heridas que nos tumban en el arcén de la vida cristiana, y nos incapacitan para el servicio gozoso del Reino de Dios.
Seamos conscientes de nuestra fragilidad y no nos creamos inmunes o intachables, porque todos, de una u otra manera, enfermamos… No dejemos pasar de largo a Jesús, médico de nuestras almas, que, hoy como ayer, nos toma de la mano y, lleno de ternura y compasión, nos levanta una vez más…
Un símbolo:Una farmacia o un hospital.
Una pregunta:¿Puedes señalar cuál es la principal enfermedad que has padecido en tu vida, y de la que Jesús te curó?